Llevamos muchos años trabajando en las viviendas, acompañando a los/as usuarios/as en sus procesos para la adquisición de herramientas que mejoren su autonomía y que ello les permita abandonar el recurso para vivir de forma independiente.
Por ello, no supuso para nosotros una novedad programar, junto a Matías, su proceso de salida a principios del año 2019. Lo inaugural de su caso fue el que se tratara del primer usuario dado de alta en El Arrebol, con un proyecto real de vida independiente en vivienda de alquiler propio.
Era su deseo. Después de haber transitado por varias rutas y haberse bifurcado por itinerarios inesperados, llegó a las viviendas (o mejor dicho a la vivienda pues sus comienzos en este recurso también fueron los nuestros, antes de que El Arrebol 2 abriera sus puertas contiguas un tiempo después) con el firme propósito de, ahora sí, tomar las riendas de su vida y encaminarse decidido hacia un objetivo claro: mejorar sus condiciones de vida. Y no es que no hubiera tenido esta pretensión antes. La expectativa de mejora está arraigada en cada uno de nosotros y es difícil creernos fuera de esta intención en cada decisión que tomamos, aunque los resultados y consecuencias posteriores no acontezcan como esperábamos. Todos andamos en ese aprendizaje de lograr coordinar las intenciones con los resultados de mejora y, aunque Matías llegó a la vivienda con ese equipaje, creemos que, con mucha probabilidad, la clave del éxito al que le condujeron sus logros, tuvo que ver con el descubrimiento de que esa mejora de vida se iba materializando a medida que lograba centrar su mirada en sí mismo. Casi como un proceso natural, su deseo pudo encaminarse orgánicamente hacia su realización, de forma progresiva al logro de hacer contacto con sus emociones, sus recursos personales y capacidades propias.
Por supuesto, ahí estaban todo el alboroto de quehaceres por entrenar que solemos llamar con el término “actividades básicas e instrumentales de la vida diaria”. No se pueden eludir. Sin embargo, a otra profundidad, la sofisticación de su proceso en la vivienda, vino de la mano de ese gran descubrimiento: un lugar propio; un sí mismo desde donde tomar impulso para definir, clarificar, hacer entender al resto y reivindicar, su propia persona; con sus íntimos deseos, con sus esperanzadores proyectos y sus orgullosas particularidades.
Después de dos años, Matías se ha dejado caer por las viviendas para saludarnos y compartir su bienestar. Continúa haciendo vida en su espacio propio desde donde, no sólo disfruta de ese regocijo del estar con uno mismo en paz, sino que, aprovecha para seguir utilizándolo como el lugar estratégico desde donde vincularse a los demás, pilotando el itinerario desde el puesto de control de sí mismo. No renuncia al vínculo familiar, no renuncia a sus estudios, ni a su rato de deporte diario. Por supuesto, incluye en su agenda un momento para sentarse a tomar un café y fumarse un cigarrito en algún local (cumpliendo distancias covid…), ya sea a solas o acordando encuentros con el servicio de atención domiciliaria que, puntualmente, se interesa por saber cómo le van las cosas. Pero, sobre todo, Matías nos confirma que se reafirma en la defensa de sus logros a través de los que ha alcanzado levantar los cimientos de su propia casa al compás (y quizás gracias a ello) que fue construyéndose a sí mismo a partir de un primer cimiento que, más que una piedra, fue espejo en el que poder reconocerse a sí mismo y su deseo profundo.