Imagínese que entra en una sala ocupada por un grupo de hombres y mujeres sentados en sillas y formando un círculo en cuyo centro le invitan a hacerse paso para ocuparlo. Todos guardan silencio. Sonríen y le observan con simpatía y, a pesar de que parecen cordiales, algo le acaba resultado inquietante al observar que, sin saber el motivo, todos al unísono se acompasan para reproducir un movimiento corporal que, unas veces es una palmada en el aire, otras un giro de cabeza, otras un trotar con los pies… Tras el gesto grupal, todos vuelven al silencio y a la mirada complaciente. ¿Qué es lo que ocurre? Parece como si el grupo estuviera programado para activar respuestas automatizadas, aunque sin un patrón reconocible ni lógico. Pero no es así. Una observación más detenida desvela que no se trata de una gestualidad mecanizada, sino que, alguien de entre el grupo, de forma muy sutil, aprovecha el momento en el que queda fuera de su campo de visión para dar instrucciones al resto del grupo mediante breves señales corporales que repiten los demás como un coro y que, por tanto, convierte al instructor en un oculto “director de orquesta”.
Y es que este es el nombre de uno de los juegos con los que estuvo divirtiéndose Rocío junto al resto de sus compañeros del grupo de sensibilización con los que, hace unas semanas, participó en una jornada de convivencia que festejaron en la localidad de Biar.
No es la primera vez que se reúnen puesto que lo hacen quincenalmente en el centro Dr. Esquerdo, con el objetivo de reflexionar conjuntamente y preparar una serie de charlas que, a partir de enero del año próximo, pretenden impartir por diversos institutos de la ciudad. Se trata de un programa de la Diputación de Alicante que, promovido desde el Centro de Día del Dr. Esquerdo, pretende dirigirse a los jóvenes, conscientes de la importancia de facilitar a las “mentes en formación” una comprensión sobre las problemáticas en salud mental a las que todos podemos vernos abocados, y hacerlo de una forma profunda por partir no sólo del conocimiento que cada uno de sus integrantes tiene del tema, si no de la experiencia propia, con sus matices casi orgánicos, con las sutilezas que proporciona la narración en primera persona.
Hablar del dolor lo libera y, el psíquico en concreto, a menudo, sirve además de espejo de reconocimiento por su universalidad y por su carácter irremediable. Todos compartimos ese tipo de tribulación y parece beneficioso relatar, en base a la historia de vida propia, cuáles han sido sus niveles; cuáles los grados de padecimiento; y que esto sirva para concienciar sobre la importancia de adoptar una actitud respetuosa, además de como barómetro y regla de medición sobre la que desplegar y medir el troquel psíquico de cada cual, a partir de las inevitables dolencias personales.
Rocío nos los explica claramente al decirnos que le motiva tanto el poder expresarse a sí misma, como el pensar que los jóvenes, al comprenderla, la acojan y, en cierta forma, le den espacio al preparar y orientar sus conciencias hacia la construcción de un mundo por venir, sensible y lúcido a la comprensión del fenómeno de la perturbación psicoemocional.
Hay un tercer motivo que le anima más allá del beneficio que adquiere pudiendo desarrollar su disertación, y más allá de la expectativa de que este encuentro libre el riesgo de quedar diluido como una escucha pasiva para convertirse, mejor, en un evento capaz de dar luz y arraigo a la comprensión. Rocío nos decía que, además, cree que es muy probable que, entre el público joven, abunde el desconcierto frente a la expresión de síntomas incipientes de un malestar que cree beneficioso atajar buscando la ayuda tanto entre las personas de confianza más cercanas como con la ayuda profesional de psicólogos, psiquiatras y demás técnicos que trabajan en el ámbito de la salud mental.
De momento están en fase preparatoria y, entre encuentro y encuentro, tuvieron la estupenda idea de darse un gusto viajando, jugando, compartiendo mesa y charla en un contexto más festivo y desinhibido que, sin duda, ha contribuido a fortalecer vínculos y estimas.
Además del juego, Rocío nos comentó que también estuvieron visitando el castillo de Biar y paseando, hasta donde les dejó la lluvia, por las calles del pueblo.
Gracias Rocío por compartir esta experiencia con todos. Esperamos dar cuenta, en el futuro, de lo que sucede en las aulas a través de este proyecto de tanta relevancia para ayudar a crear sociedades de personas sanas y felices (a pesar de lo irremediable)
Es cuestión de reflexión, escucha y conocimiento pero, sobre todo, de sensibilidad.