Octavio Paz dejó escrito en “La llama doble” que, desde su punto de vista, la vida se constituye a partir de un fuego, el de la sexualidad, que, al elevarse como lo hacen los cordones prendidos de las velas, crean un doble fuego de color azulado y más tembloroso, dando la sensación de eso, una llama doble sobre cuya base, de incandescente pulsión erótica, toma vuelo esa segunda llama más tenue y volátil que, el escritor, identifica con el amor.
En el interior de sus paginas explora cómo esa doblez del fuego, para lograr que prenda bien, debe tener una vocación de búsqueda de la alteridad. Algo así como reconocer que estamos vivos porque prendemos en el roce con el otro. Y señala tres eventos fundamentales en donde esa conexión se hace plena. Rescatamos sus palabras:
“La poesía, la fiesta y el amor son formas de comunicación concreta, es decir, de comunión”
Pues bien, deteniéndonos en la parte de la fiesta, cuando, hace unas semanas, propusimos a los usuarios participar en el festejo del Día Mundial de la Salud Mental, la idea se acogió con sentimientos encontrados pues, si bien las razones lógicas de la celebración no tienen reproche alguno (Sí a la salud!!), su defensa resulta más difícil para aquellos que no pueden eludir que la reivindicación, aun impulsada hacia la exigencia de más derecho, los señale a su vez como afectados en un mapa social aún renqueante para la superación del estigma.
Es por esa razón que, aunque buena parte de los/as usuarios/as asistieron al festejo, nos solicitaron dejar constancia de su participación, pero “de espaldas” al objetivo….
Las espaldas, los contraluces, los difuminados, los escorzos, las veladuras… aún siguen siendo atuendos con los que asistir al festejo de reivindicarse a sí mismo; prendas todas que, siendo profundamente humanas, resultan incómodas y molestas y, sin embargo, incapaces de apagar esa comunión de fondo a la que nos invita la fiesta con los otros.
Desde lo azulado del fuego, nos compatirmos