Dos antiguas chimeneas cerámicas pierden su rectitud, comienzan a inclinarse hasta vencerse la una sobre la otra y desaparecer entre una gran fumarola de humo y polvo, indicando así, que la implosión controlada ha resultado exitosa.
Es de las pocas escenas sin presencia humana en el cortometraje español animado, candidato a conseguir el Oscar en la celebración de este año. Y es un verdadero poema visual que, premiado o no por la academia de cine, cuenta con la suficiente potencia artística como para conseguir algo más importante que una victoria entre competidores y es la capacidad de estremecer al espectador no sólo a través de su sofisticación técnica y su belleza gráfica, sino, también, por la excitación intelectual y la clarividencia que se destilan de todo acto poético al lograr que la revisión de los espacios comunes (“¿qué es el amor?”) deslumbren como una geografía ignota de un territorio que siempre estuvo allí y no veíamos; de una cartografía extranjera que, paradójicamente, se nos presenta al sentir como nuestro país natal.
A través de sus 15 minutos, Alberto Mielgo nos ofrece 28 escenas representativas de la idea del amor (esas son las que hemos contado teniendo en cuenta no sólo las vistas en la animación expuesta, sino, considerando también, las escuchadas como charlas de fondo en la cafetería en donde, el que parece postularse como narrador-guía, se hace esta pregunta atávica: “¿qué es el amor?”)
Aglutinar tantas visiones del amor en un tiempo tan breve, ya resulta, en sí mismo, un intento de creatividad que asemeja cada escena al pulso con el que el poema compone sus versos como relámpagos escalonados de una línea a la sucesiva y, sin embargo, nada resulta atomizado pues, cada escena parece contener en su interior un tempo propio gracias al que, aun tras su visionado, tienen la capacidad de desplegarse y decirse a sí mismas a través del “algo” que parece constituir una esencia codificada con sencillez y, sin embargo, reveladora de sentidos complejos y profundos.
“¿Qué es el amor?”, es la pregunta-motor de este paseo animado y, sorprendentemente, el personaje que se hace esa pregunta, nos ofrece una respuesta concreta capaz de salvar hasta su fin el pulso poético que recorre todo este jardín de “escenas amorosas” y que os invitamos a recorrer para el deleite y el buen beneficio de la salud mental que siempre procuran los retos poéticos cuando destellas en sus logros
Podríamos continuar con el resto de historias y, si se alza con el premio, así lo haremos…Desde El Arrebol, celebramos la creatividad del cine español y le deseamos la mejor de las suertes a este fascinante trabajo cuyo visionado os recomendamos encarecidamente.
Podéis verlo aquí.